miércoles, 27 de enero de 2010

Natalicio de José Marti. Toda América en un hombre


 

De no haber sido el héroe nacional cubano, de todas maneras, José Martí hubiera sido un símbolo de América. Nunca hubo un hombre al que le sobraran tantos meritos y asumiera su vida con tanta sencillez: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”
La figura más alta de las letras hispanas del siglo XIX, fue también la cabeza política más universal de su tiempo, el revolucionario más radical y el combatiente más incansable.
José Martí, brillante periodista, ensayista de primera línea, poeta excelso, diplomático al servicio de varios países, catedrático de lengua Inglesa, literatura francesa, italiana y alemana y de Historia de la Filosofía, políglota, crítico de arte y literatura, traductor y renovador de la lengua.
Martí fue el intelectual que en un siglo dominado por lo europeo, confirió universalidad a las letras hispanoamericanas. Escribió para los niños y organizó un partido, un ejército y una guerra. Fue un jefe excepcional que puso bajo su mando a una pléyade de curtidos generales.
El más precoz de todos los líderes cubanos, nació el 28 de enero de 1853, en La Habana. A los diez años escribía correctamente y a los trece ingresó en la segunda enseñanza. Adolescente dirigía publicaciones estudiantiles. Con apenas 16 años se le condenó a seis de cárcel. Deportado a España, antes de cumplir 20 años escribió dos extraordinarios ensayos: “El Presidio Político en Cuba” y “La República Española ante la Revolución Cubana”. En 1874, se doctoró en Derecho y en Filosofía y Letras.
Como uno de los periodistas más prestigioso de su tiempo, trabajó durante largas temporadas para varios periódicos de Latinoamérica y los Estados Unidos. Con finísima sensibilidad, y envidiable dominio de la lengua, elaboraba los más románticos y atrevidos giros y lanzaba al viento las más encendidas arengas.
Humanista de infinito amor por la vida y sus cosas bellas, no vaciló en predicar una guerra que concibió como necesaria, generosa y breve.
Expresó en versos su apuesta por los pobres.
Gabriela Mistral lo calificó como “el hombre más puro de la raza” y Rubén Darío lo llamo “maestro”…
Si bien en vida cosechó algunos homenajes, fueron más los que prodigó, sobre todo a Bolívar, Sucre San Martín, Hidalgo, Juárez, Carlos Marx, Walt Whitman y a cuantos hombres y mujeres aportaron a la causa del hombre y a la reivindicación de su dignidad.
Martí fue el primero en incorporar la estética al discurso político, describiendo las monstruosidades de la esclavitud con una belleza que reforzaba la repulsa. Denunció el colonialismo español sin ofender a España y describió las malezas de la sociedad norteamericana, sin deponer su admiración por las realizaciones de sus sabios y de su pueblo.
Exiliado por más veinte años viajó incasablemente: España, Francia, México, Guatemala, Honduras, Estados Unidos, Venezuela, Haití, República Dominicana, Jamaica, Costa Rica y Panamá lo acogieron. Estados Unidos lo puso en contacto con el capitalismo industrial, así como México y Guatemala con los pueblos indígenas. La opulencia de América y la pobreza del indio, lo admiraron, conmovieron e indignaron. Radicalizó su pensamiento, sin renunciar a la ternura ni incubar odios.
El hombre que nació para poeta y para maestro y al que la vida convirtió en político y en soldado, dio a la guerra de liberación y al nacionalismo, el humanismo que necesitaba y concibió una republica que estaría más allá de las clases, de los partidos y de sus conflictos. La máxima: de “Con todos y para el bien de todos” es una profesión de fe.
Lo tardío de la independencia cubana, permitió a Martí aprovechar la experiencia latinoamericana. Para evadir los riesgos del caudillismo, puso la revolución en manos de un partido. Para él el gobierno en la república debía establecerse sobre bases éticas y conforme a derecho, procurando el equilibrio social. Su idea de la justicia era incompatible con la explotación de clases, con el racismo y con la desigualdad y nunca cedió un ápice en materia de soberanía nacional.
Entre las grandes preocupaciones sociales de Martí, se destacan la prominencia de la cultura, en su credo, “…único modo de ser libre” y la educación a la que calificaba como “…forma futura de los pueblo”. En pocos temas ahondó tanto como en el de la mujer que, junto con la niñez, concitó sus reflexiones más profundas y bellas.
A pesar de su vasta cultura y sus casi infinitas dotes, en ningún campo brilló tanto ni fue tan grande su capacidad de intuir y prever, como intensa su angustia por lo que podía ocurrir, ni tan enérgica su advertencia como en la apreciación del significado que para América Latina y el mundo tendrían los Estados Unidos.
Fue el primero en advertir que Norteamérica, empujada por su vocación imperial, extendería sus dominios por América y, sin dejarse tentar por las ventajas de uniones e integraciones, a simple vista gananciosas, advirtió que: “Los pueblos menores…, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva.”
Comido por la impaciencia, Martí no se dio respiro en el cometido por aunar voluntades, allegar recursos y legitimar con nobles ideas y sólidos principios la causa de la independencia de Cuba.
El 25 de marzo de 1895, lanzó en Santo Domingo el memorable Manifiesto de Montecristi, el 11 de abril desembarcó en Cuba y el 19 de mayo de 1895, en magnífica ofrenda a sus ideas, cayó en combate.
Jorge Gómez Barata
Profesor, investigador y periodista cubano
Publicado en voltairenet 3 de febrero de 2006


viernes, 15 de enero de 2010

¿Y cuándo se hará el inventario de los terroristas que radican en EE.UU.?



Estados Unidos, el país que pretende buscar, de manera absurda, terroristas de Al Qaeda en vuelos procedentes de Cuba, es el santuario privilegiado de una importante colonia de terroristas, torturadores, esbirros y mandatarios asesinos.

Además de haber iniciado, orientado, financiado y manejado el terrorismo contra Cuba a través de sus órganos de inteligencia o de grupos miamenses, cuya existencia han fomentado; Estados Unidos ha alentado, apadrinado o inspirado actividades ilegales a lo largo del continente, cuyos autores luego ha albergado.
Desde Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, autores confesos de la destrucción en vuelo de una aeronave cubana en 1976, con la muerte de sus 73 pasajeros, hasta los autores de actos de terrorismo contra gobiernos progresistas de la América Latina de hoy, Washington nunca se ha ofendido de ver aparecer en su territorio autores de conspiraciones asesinas o individuos criados o reclutados por sus servicios para sembrar la muerte.
Acerca de Posada, la red Internet está repleta de sus confesiones y de relaciones de sus crímenes ya sea como instructor de terroristas en los Everglades, el comisario policial Basilio en Caracas, narcotraficante suministrando armas a la contra nicaragüense, autor de múltiples planes de magnicidio o promotor de actos de terrorismo en territorio cubano.
De su cómplice Orlando Bosch, un pediatra psicópata, los archivos de los años 60 de la prensa miamense reflejan sin tantos escrúpulos sus "hazañas" como jefe del terrorista MIRR, del "Ejército cubano anticomunista" o de "Acción Cubana".
Fue jefe, siempre por decisión de la CIA, de la terrorista Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), cuyas operaciones figuraron entre las más sangrientas de toda la historia del terrorismo en el continente.
El 28 de julio de 1960, Bosch llegó a Miami con una visa de 30 días. Pero 50 años después, burlándose de la Justicia venezolana y disfrutando como Posada y muchos otros de la protección activa de la CIA y de los politiqueros mafiosos, se cura de senilidad intermitente en un bungalow de Hialeah. 


UNa LISTA INTERMINABLE DE ASESINOS
Es interminable la lista de los terroristas radicados hoy en Estados Unidos, que conspiraron y actuaron contra Cuba con las técnicas enseñadas en las academias USA del terror y que siguen beneficiándose de la complicidad o de la condescendencia del aparato, que hoy hace listas de naciones.
Ya con la caída de la dictadura pronorteamericana de Fulgencio Batista, los asesinos cubanos más repugnantes, tales como Esteban Ventura, Rolando Masferrer, Julio Laurent, y Pilar García, encontraron de inmediato refugio en la Florida, donde vivieron lujosamente con el dinero robado al Estado a su salida de la Isla.
De los años de la estación CIA de Miami, la multimillonaria JM/WAVE, surgió el enorme contingente de gángsteres que la agencia recicló, después de Playa Girón, en elementos claves de sus operaciones continentales, tanto con la DISIP venezolana como en las filas de la policía secreta del dictador chileno Augusto Pinochet y en los aparatos de represión de distintos regímenes, a los que otorgó un apoyo inconfesable.
Desde los hermanos Novo Sampoll, Pedro Crispín Remón Rodríguez y Gaspar (Gasparito) Jiménez, hasta Reinol Rodríguez, Antonio (Tony) Calatayud, Nelsy Ignacio Castro Matos, Roberto Martín Pérez y Sixto Reinaldo Aquit Manrique, Héctor Francisco Alfonso Ruiz, alias Héctor Fabián, y Ángel Alfonso Alemán, son decenas y decenas de asesinos, que siguen ahí con estatuto de intocables.


ASESINOS PINOCHETISTAS Y GOLPISTAS VENEZOLANOS
La lista de estos terroristas, torturadores, esbirros y mandatarios asesinos hospedados y amparados por Estados Unidos es aún mucho más larga. Se extiende desde torturadores del régimen militar argentino hasta agentes pinochetistas, tales como Michael Townley, asesino con los hermanos Novo del canciller chileno Orlando Letelier.
Entre muchos otros militares fascistas salvadoreños, el capitán Álvaro Saravia asesino del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, quien se ha beneficiado de la hospitalidad estadounidense.
Mercenarios de la contra nicaragüense y Tonton Macoutes de Haití también aparecen en este inventario, que queda por completar e investigar.
Cuando se considera a Venezuela revolucionaria, aparecen en Miami torturadores como Joaquín Chafardet; auténticos fascistas como Salvador Romaní y Ricardo Koesling; los ex agentes de la DISIP Johan Peña, Pedro Lander, José Antonio Guevara, quienes participaron en el complot de asesinato del ex fiscal Anderson, al lado de Patricia Poleo, también refugiada en la Florida.
Carlos Andrés Pérez, CAP como le dicen sus allegados, primer responsable de la represión contra la sublevación popular venezolana de 1989 conocida como El Caracazo, está hoy exiliado en Estados Unidos.
Torturador y asesino de la policía secreta bajo CAP, Henry López Sisco está vinculado a una larga sucesión de asesinatos, desapariciones y abusos desencadenados en los años 70 para eliminar a grupos de jóvenes rebeldes.
Alfredo Peña, el ex alcalde del Distrito Metropolitano de Caracas quien se hizo responsable de las muertes ocurridas en esta ciudad en abril del 2002 también se esconde en EE.UU.
También están en Miami los golpistas Carlos Fernández, ex jefe de Fedecámaras, y Daniel Romero, que leyó en público el decreto que suspendía la Asamblea Nacional y las instituciones democráticas.


GONI CONSPIRA CON LOS MILLONES ROBADOS
El ex mandatario boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni) fue responsable de una represión genocida contra el pueblo en el 2003, que costó la vida de 67 civiles y más de 300 heridos de bala.
Desde el territorio estadounidense, Goni se dedica ahora a financiar movimientos contra el Gobierno del presidente Evo Morales.
Hugo Achá Melgar, identificado como el representante en Bolivia de la Fundación Human Rights (FHR), financiador de la pandilla terrorista desarticulada el día 16 de abril del 2009 en Santa Cruz, mientras urdía el asesinato de Evo, también ha escogido el camino de Estados Unidos como varios personeros de la misma filiación.
Sin ningún argumento Washington difama a Cuba, mientras se queda de brazos cruzados ante los terroristas y promotores confesos del terror dentro de sus propias fronteras.

JEAN-GUY ALLARD

Granma 15-01.2010

lunes, 11 de enero de 2010

CELIA SANCHEZ : La más cabal imagen del pueblo



Cuesta trabajo admitir que hayan pasado ya 30 años desde aquella tarde gris de enero de 1980 en que, con el corazón a flor de lágrimas, nuestro pueblo acompañó a Celia hasta lo que sería no su último, como se suele decir en manida frase, sino su primer descanso en una vida consagrada por entero a la  Revolución .  Y ello es así no solo por lo rápido que ha transcurrido la vida en estos años cargados de lucha, esfuerzos y victorias, sino, sobre todo, porque cuán presente la sentimos todavía entre nosotros, cuán vigente sentimos su obra fecunda y su ejemplo incomparable.
Es tan fuerte su presencia que, para quienes tuvimos el privilegio excepcional de conocerla, nos parece estarla viendo todavía con su caminar inquieto, con su dulce sonrisa, con su palabra siempre afectuosa, con su modestia ejemplar, con su orientación certera para la solución de los problemas cotidianos del trabajo, con su exigencia implacable por el cumplimiento responsable de cada tarea, con su pasión encendida en la defensa de los principios éticos, ideológicos y políticos de nuestra Revolución, su Revolución, por la que dio todo lo mejor de ella misma hasta el último aliento de su vida combatiente.
Pero lo que causa aún mayor asombro es que Celia siga estando en el corazón incluso de los revolucionarios cubanos que hoy no tienen edad suficiente para haberla conocido. ¿Por qué, por ejemplo, cuando apareció su imagen en el acto del Parque Céspedes de Santiago de Cuba, en la conmemoración del aniversario 40 del triunfo de la Revolución, aquella plaza llena mayoritariamente de jóvenes que no la conocieron rompió en una de las más sonoras y sentidas ovaciones que se escucharon esa noche? Porque no cabe duda de que, aun cuando se haya sucedido ya más de una generación completa de cubanos, Celia sigue siendo el corazón, sigue siendo la conciencia, sigue siendo el espíritu revolucionario del pueblo.
Siempre he pensado que la proyección de Celia en la historia más reciente de la Patria pudiera resumirse en tres palabras.
La primera, fidelidad: fidelidad al pueblo, a la Revolución, a Fidel. En el fondo, el papel desempeñado por Celia desde que echó su suerte junto al pueblo, no fue otro que ser la más fiel intérprete y ejecutora del pensamiento creador del Jefe de la Revolución. El primer ejemplo que nos da Celia es el de su lealtad incomparable hacia Fidel, su identificación absoluta con el pensamiento y los sentimientos del Jefe de la Revolución. Adonde no podía llegar Fidel, porque el tiempo no le alcanzaba, allí estaba Celia; lo que no podía conocer por falta de oportunidad, ella se ocupaba de averiguarlo. Lo mantenía al tanto de las inquietudes, preocupaciones e intereses del pueblo, de sus reacciones ante los hechos de la Revolución, de sus opiniones sobre alguna deficiencia en la gestión del Estado. Y el pueblo, en su infalible intuición, lo sabía. Así como en Fidel, Celia veía al pueblo, en Celia el pueblo veía a Fidel.
En un memorable encuentro hace algunos años con los trabajadores del Consejo de Estado, el Comandante en Jefe se refirió a Celia con palabras que resumen de la mejor manera posible lo que significa Celia para todos los cubanos revolucionarios. Decía Fidel:
"He tenido siempre una confianza ilimitada [...] en las cosas que organizó Celia, cuya mano, cuya idea no está ausente en nada de lo que podamos ver [...] en cualquier tarea: la forma en que se consagraba, el arte con que hacía las cosas, el amor con que las hacía, la forma en que educaba a las compañeras y a los compañeros y, sobre todo, la consideración que les tenía a todos, la forma en que conocía a todos y apreciaba el trabajo de todos. Yo tenía una gran confianza en todo lo que ella hacía, cuando organizaba, seleccionaba, ayudaba y educaba."
Palabras estas que nos comprometen a estar cada día a la altura de lo que Celia esperó siempre de nosotros: trabajadores revolucionarios esforzados, honestos, austeros, modestos, y, por encima de todo, fieles al pueblo, a la Revolución y a Fidel.
Decir Celia es, en segundo lugar, decir entrega: entrega absoluta a la causa del pueblo, entrega total a la obra de la Revolución y de Fidel, entrega irrestricta al trabajo creador.
Y decir Celia es decir también sensibilidad, sensibilidad humana en su marcada capacidad para sentir las preocupaciones y aspiraciones de las masas, para entender la razón de una demanda popular, para compartir con el pueblo los júbilos y dolores grandes y pequeños. Es, en lo individual, su evidente facilidad para calar en la motivación de una conducta, para conmoverse genuinamente ante una pena de otro o participar de su alegría. Es su delicadeza y tacto en el trato con los demás, especialmente con la gente más humilde. Es su sonrisa y su dulzura, y su energía y fortaleza de carácter. Es su generosidad y su disposición a comprender.
Miles de anécdotas atestiguan esa su cualidad más hermosa, que fue su incapacidad para permanecer indiferente ante cualquier necesidad individual o social del pueblo. Y el pueblo también lo sabía. ¿Cuántas veces no se escuchaba decir: "Si Celia lo sabe, se arregla, si Celia interviene se resuelve"? Y así era.
Y sensibilidad revolucionaria era su ejemplo de tesón y trabajo, la intransigencia ante lo mal hecho, la exigencia extrema por la calidad de un producto o un servicio cuyo destinatario fuera el pueblo, o por el incumplimiento de un compromiso establecido. Era su lucha contra la indolencia y la irresponsabilidad en todas las esferas del trabajo. Sensibilidad revolucionaria en Celia era la confianza decidida que tuvo siempre en las masas del pueblo.
Proverbial en su modestia, lo era también en su austeridad. En cuanto al ejemplo de una conducta personal austera y modesta y la intolerancia del menor asomo de debilidad en este aspecto por parte de cualquier cuadro revolucionario, Celia encarna hasta hoy la conciencia moral de la Revolución.
Sin embargo, por enorme que sea la contribución física y material de Celia a la Revolución, lo fundamental de su aporte no está en su papel en la preparación de las condiciones para el recibimiento de la expedición del Granma, en su decisiva contribución a la sobrevivencia de Fidel y otros expedicionarios, lo cual hubiese sido suficiente para elevarla a los primeros planos de la historia de la Revolución y de la Patria, ni en su crucial participación en la guerra, ni en las responsabilidades desempeñadas después del triunfo revolucionario y el enorme trabajo realizado desde ellas; no está en los cientos de obras ejecutadas y los innumerables planes y proyectos materializados por ella. Lo esencial de la contribución de Celia a la Revolución es su presencia: presencia de autoridad, energía y dulzura, de sensibilidad humana y estética, de íntimo contacto con el pueblo, de acendrada modestia, de dedicación absoluta, de austeridad e intransigencia, de vital alegría; presencia de disciplina, lealtad y espíritu revolucionario; presencia, en una palabra, de amor al pueblo y a la Revolución. La contribución capital de Celia sigue siendo su ejemplo: de mujer, de cubana, de patriota, de internacionalista, de luchadora, de revolucionaria, de comunista, de fidelista.
Una vez iniciada la guerra revolucionaria, correspondió a Celia la vital función de retaguardia principal del Ejército Rebelde durante los duros meses iniciales de la lucha en las montañas de la Sierra Maestra, y de nervio y músculo de esa actividad después de su incorporación definitiva a la guerrilla en octubre de 1957, a la par que desempeñó con esmero y amor el papel de madre, más que compañera, de todos y cada uno de los combatientes rebeldes, los campesinos de la Sierra y sus familias. Y luego, por si fuese poco, asumió desde la misma Sierra la condición de albacea documental de la Revolución, gracias a cuya certera visión, agudo sentido de la historia, a su celo febril y pasión obsesiva por conservar los documentos de esa historia, es posible hoy reconstruir el relato minucioso y veraz de aquella lucha.
Fue esa labor múltiple, eficiente e incansable la que motivó que el propio Fidel escribiera un día que, "en cuanto a la Sierra, cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David y Norma", es decir, Frank País y Celia.
Mucho menos podrá ser abarcada en toda su vasta dimensión la contribución polifacética y esencial de Celia a la obra de transformación de la sociedad cubana emprendida a partir de la victoria del Primero de Enero de 1959. No hay rincón de Cuba, ni del territorio ni de la sociedad cubanos, donde no esté materializado el corazón y presente la mano de Celia en una obra destinada al embellecimiento del medio y al beneficio del pueblo. La lista es interminable y no es posible su enumeración en este espacio. Porque la realidad es que en toda Cuba, de un extremo a otro, Celia pasó por todas partes, y por dondequiera que pasó sembró con sus obras belleza y amor.
"Cada día veo lo necesaria que era para Cuba esta Revolución", escribió Celia en carta a su padre desde la Sierra Maestra. "Se gestó una conciencia revolucionaria y la hemos llegado a conseguir [...] Ahora el pueblo tiene conocimiento de sus propios sentimientos y la Revolución va por encima de todo".
He ahí el legado de Celia: la Revolución por encima de todo.
El recuerdo de Celia, de su vigencia plena, de su ejemplo, debe mantenerse vivo en nuestra conducta diaria como cubanos revolucionarios, como mejores seres humanos. Es nuestro deber para con aquella mujer inolvidable.

Pedro Álvarez Tabío, Premio Nacional de Historia 2008, falleció hace unos meses y era Jefe de la Oficina de Historia del Consejo de Estado. Se graduó de Licenciado en Derecho Administrativo y Diplomático y de Doctor en Ciencias Sociales y Derecho Público en la Universidad de La Habana. Trabajó en el Servicio Exterior de 1962 a 1968. Fue profesor de Relaciones Internacionales de la Escuela Superior del Partido Ñico López. Fidel lo calificó como “guardián intachable de documentos históricos”. “Por Celia es que soy historiador, a ella se lo debo y tengo que agradecérselo, porque es la profesión que me ha brindado la más plena realización personal, emocional, de toda mi vida”, expresó Álvarez Tabío en una de sus últimas entrevistas de prensa. Granma, reproduce actualizado, este artículo que escribió en nuestras páginas.

Granma 11-01-2010

viernes, 1 de enero de 2010

En el 51 Aniversario del triunfo de la Revolución. 1º de Enero 2010

Viva la Revolución


Primero de Enero!

Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana.

Mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría
como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía:

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes
con trajes olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío.

Vienen con un triunfo de fusil y arado.
Vienen con sonrisa de hermano y amigo.

Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido.
Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.

No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.

¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño
de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño
ni viene asombrado de tutear la muerte!

Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven a un rey mago, rejuvenecido,
y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.
Alumbran su rostro cien fuegos de gloria.

Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia.

Pasan las marianas sin otras coronas
que sus sacrificios: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
al beso de doña Mariana Grajales.

Con los invasores, pasa el Che Guevara,
Alma de los Andes que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino.

Ya entre los mambises del bravío Oriente,
Sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:
ya vemos... ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.

Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
Y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,
Ciudades heridas, que serán curadas,
y tendrán un cielo sereno y azul.

¡Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano,
y ahora riega orquídeas, flores de montaña.

Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama...
¡Fidel!

Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
se llama...
¡Fidel!

Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama...
¡Fidel!

y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre...
¡Fidel Castro Ruz!


Jesús Orta Ruíz, el indio Naborí, enero de 1959